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Este viernes, a eso de las cinco de la tarde, los alumnos de la clase de Análisis nos dirigimos a Madrid, en concreto al Centro Cultural Galileo. Nuestro objetivo, ver una exposición comisariada por nuestra profesora, María Jesús Abad Tejerina. Y no sólo eso, sino que además contaríamos con la presencia de la artista, Isabel Gómez.


 
Detalle de La Justicia, 2017

Al llegar a la galería, lo primero que hicimos fue recorrerla poco a poco, observando los cuadros que colgaban imponentes sobre las paredes, tratando de sonsacarles significados más allá de lo evidente pero sin llegar a conseguirlo aún. Algunos de los cuadros me parecieron verdaderamente preciosos, otros de una técnica impecable y hubo algún que otro que no me acabó de gustar.



Los cuadros que estaban repartidos por la sala eran de formatos muy dispares, pero de temática y personajes constantes que creaban una sensación narrativa muy interesante (que no brotaba únicamente de la novela que inspiró la serie de obras). A pesar de no conocer aún el, o quizá los verdaderos significados de los cuadros y grabados, pues la novela me resultaba familiar pero algo lejana, un vago recuerdo de apuntes de literatura universal; se trata de una exposición que puede disfrutarse (de una forma más superficial) incluso con dichas carencias. La delicadeza de algunos trazos, lo basto de otros, el detalle en algunos lugares, la belleza de lo inacabado, la expresión de la modelo, la creatividad de los fondos... Todas ellas cosas que se pueden apreciar aun sin saber qué es lo que transmiten en conjunto.


Pero fue con la llegada de nuestra profesora y de la artista cuando se nos abrieron mil ventanas con vistas a los mensajes que estos cuadros escondían, a la simbología de ciertos elementos, al alma y al pasado de la artista misma.


 
Una pieza de la serie de grabados.

El significado que ya conocíamos era el siguiente: una perspectiva nueva del clásico Los Viajes de Gulliver donde la mujer, que en el original había quedado siempre relegada a un segundo, o tercer plano, sin autonomía ni personalidad alguna, siendo siempre una motivación-objeto para el hombre, cobra un protagonismo crucial, se convierte en la heroína de la historia, en el personaje principal. Los cuadros de esta exposición se podrían tomar casi como ilustraciones para una versión de la novela nueva y revisada. Pero lo que no sabíamos es lo que nos reveló María Jesús: no se trataba meramente de un reflejo de la historia contada en la novela, sino que lo era también de la vida misma de la artista. Una historia desgarradora sobre pérdida, duelo y superación, que según observábamos los cuadros de nuevo se volvía más y más nítida.




Esta crónica en pintura de la vida de Isabel Gómez no fue una decisión consciente, sino que ella fue pintando poco a poco los cuadros, sin percatarse de lo que en el fondo significaban hasta que su amiga María Jesús lo señaló, tras convencerle de que debía exponerlos al público, de que no podían permanecer en su estudio cogiendo polvo, de que eran algo que merecía ser visto y apreciado.


Hablamos sobre los cuadros, comentando y preguntando cosas que nos habían destacado al ver los cuadros: lo inacabado de la mayoría de las obras, una decisión consciente que en muchas ocasiones había que tomar para no pasarse con un cuadro; la disparidad de tamaños, cuya finalidad era reflejar la diferencia de tamaño entre Gulliver y los lilliputienses en la novela; los materiales insólitos, como la tela de piel de serpiente que hacía de lienzo en uno de los cuadros; el uso de formatos circulares y elípticos, la modelo que protagoniza los cuadros, que es la hija de la artista, o en ocasiones una fusión de ambas…


A continuación hablamos también sobre el comisariado y sobre cómo estaba organizada la exposición, las medidas de los espacios entre los cuadros, las posiciones pensadas al milímetro, los recorridos visuales, el usar la sala a tu favor cuando colocas un cuadro, el orden de los cuadros, el juntar unos en un sitio y otros en otro… El cómo se posicionan las obras de una exposición es de una importancia crucial, pues condiciona cómo el público va a ver los cuadros, cómo va a relacionarlos entre sí, si le va o no a gustar la estética y la simetría de la sala…


Que todos (...), 2017



En cuanto a lo personal, creo que mi cuadro favorito tiene que ser Que todos los auténticos creyentes casquen sus huevos por el extremo conveniente, 2017 (técnica mixta sobre tela), un gigante de 1,50 x 1,30 m en el cual predominan tonos azulados, con algunos verdes y  naranjas que crean una atmósfera melancólica y suave. Se rompe la barrera de las dos dimensiones con un pequeño barquito de papel de verdad que cuelga de la mano de la protagonista en el centro del cuadro.




 
No, 2017

Otro de mis cuadros preferidos es el que cierra el ciclo del duelo de la artista: No, 2017 (técnica mixta: óleo sobre lino y sobre tabla). Un paisaje de palmeras desolado, monocromático, con trazos rápidos y llenos de emoción, sobre el cual, en una pequeña elipse, se eleva la protagonista, sola, sin terminar, echando una última mirada hacia atrás, hacia su pasado, un último adiós, un final y un nuevo comienzo, todo en una mirada expresiva que no podemos ver, pero sí llegar a intuir.





 Para concluir, he de decir que me ha parecido una exposición muy buena, y que se aprecia mil veces más una vez que conoces el significado de los cuadros, lo que en el fondo transmiten. Ahora que ya sabéis lo que se esconde tras estos lienzos, os recomiendo que paséis por allí y disfrutéis de la exposición vosotros mismos, que estará en el Centro Cultural Galileo de Madrid hasta el 28 de septiembre. Que tengáis un buen día.

360 grados, 2017

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